Estamos acostumbrados a escuchar que un coche entra por los ojos por su aspecto exterior y por las llantas. Tal vez sea cierto, pero también es verdad que donde pasamos el mayor tiempo en nuestro vehículo es en el interior. Será en esa estancia donde disfrutaremos de las prestaciones que nos proporciona el coche, recibiremos las sensaciones que nos proporciona el cambio, la potencia del motor o el balanceo de la suspensión.
De ahí que, desde este artículo, me permito reivindicar el trabajo a realizar en el interior. Buscar texturas, materiales y colores que respeten la originalidad de acuerdo con los gustos de cada uno, saber hasta dónde hay que llegar restaurando y qué materiales debemos cambiar para adaptar el coche tanto a nuestro gusto como a los estándares de una conducción que respete la idea de lo que queremos obtener cuando nos sentemos al volante.
Pero no vamos a entrar aquí en doctrinas o tendencias sobre la restauración aceptadas o debatidas por profesionales y crítica, asunto que merecería no un trabajo como este, sino un auténtico ensayo. En este artículo sólo vamos a explicar qué, cómo y por qué restauré el interior de mi Triumph TR7.
Como suele pasar, cuando vas a comprar un coche, las fotografías que ves en el anuncio no se tienen que corresponder con lo que encuentras cuando vas a verlo. En este caso el TR7 había estado bien cuidado. No se había tocado desde que salió de fábrica, tan solo el salpicadero estaba totalmente desmontado, no tenía roturas, pero los materiales del interior notaban el paso del tiempo y sabíamos que los más frágiles no soportarían que se trabajase en ellos.
Esta es una de las fotos del interior que me envió el anterior propietario antes de ir a ver el coche. Cuando lo vi el salpicadero estaba desmontado y con los cables fuera. Se puede observar las características de la terminación interior con tartán en rojo.
Desde que lo compré tenía dos ideas claras: iba a respetar la singularidad del coche en su diseño y concepto interior y quería salvar la mayoría de los materiales originales posibles. Sabía que tenía que buscar alguien capaz de terminar de montar el salpicadero y comprobar que las terminaciones entraban en el lugar adecuado y que todo funcionara (algo muy a valorar cuando te sientas delante del salpicadero de un coche inglés). Además tenía que buscar alguien capaz de hacer los trabajos de tapicería. Necesitaba un par de buenos profesionales, capaces y que dijeran “sí” a los problemas que puede acarrear la restauración de un clásico. Y ninguno de los dos con los que había contado para trabajos anteriores estaban disponibles por distintos motivos.
Fue el dueño de Mini1300.com en Málaga el que me recomendó a un profesional que le realizaba a él los trabajos de tapicería y electricidad para los Minis que ponía a la venta y que necesitaban algunos arreglos. La primera visita y un rato de charla con Manolo me hizo ver que podía ser la persona adecuada para los trabajos a realizar dentro del coche.
El TR7 está equipado de un techo solar de cristal oscuro, no original, típico de los primeros años ochenta, que había provocado filtraciones que habían dejado la tapicería del techo manchada e irrecuperable. Este techo solar era un genérico muy común que se colocó en todos los modelos de todas las marcas. Hay varios TR7 que se pueden ver en internet con este techo y no solo en España. Particularmente no me gusta el techo solar y me planteé suprimirlo, pero era una obra que había que hacer bien para que no se notara y, al fin y al cabo, era un extra muy común en su época por lo que decidí respetarlo como parte de la idiosincrasia del coche, el material relativamente común y es fácil de conseguir al igual que las gomas de estanqueidad.
La terminación de fábrica del interior era de tartán rojo con cuadros en negro, las terminaciones en vinilo negro y combinado con moqueta roja. Me gustaba en rojo y la idea era pintarlo y respetar tanto por fuera como por dentro sus colores y configuración originales. Pero no podía soportar ponerle la moqueta roja. No entiendo el gusto británico por los colores chillones para enmoquetar estancias pequeñas como es el caso. No es el primer inglés que cae en mi mano y que ha salido con un color de suelo diferente.
Decidí ponerla en negra. Es menos estresante, más sufrida y le da un carácter más elegante al coche sin perder el aspecto divertido y diferente con el que fue diseñado. Se pidió a Cars by Symon y recuerdo que uno de los comerciales estuvo perfectamente de acuerdo conmigo en que el rojo, más que sufrido, podía hacer sufrir los sentidos de cualquiera que abriese una de las puertas.
Como he dicho más arriba el aspecto exterior de las cartoneras de las puertas y los asientos acusaban el paso del tiempo, pero mantenían firme su estructura. Los asientos necesitaban sacarlos, cambiarles la espuma y el tapizado y comprobar que, como aparentaba por fuera, la estructura seguía siendo sólida y sin óxidos. Al sacar el asiento del copiloto salió a la luz la etiqueta que se puede ver en el encabezamiento de este artículo: la empresa Callow and Maddox había dejado su tarjeta de calidad el 5 de abril de 1979. No se había remodelado desde entonces. El descubrimiento nos servía para asegurarnos que estábamos actuando sobre el material y los remates originales con los que el vehículo fue vendido en el concesionario, comprobábamos que el interior no había sido modificado ni restaurado desde entonces y nos confirmaba las terminaciones y los colores de la chapa de identificación.
Los asientos y las puertas en tartán rojo flanqueado de vinilo negro le dan al coche un aspecto divertido, irreverente si se quiere, y, sobre todo, diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en el interior de un vehículo. Forma parte del carácter y la particularidad del modelo y fue una de las cosas que me decidieron a comprar el coche cuando fui a verlo. Estaba decidido a mantener el tartán, pero Cars by Symon, donde iba a pedir la moqueta, no contaba con stock de esta terminación ni podía conseguirlo en Reino Unido antes de dos meses. Tampoco otros distribuidores daban mejores esperanzas.
Casi todos los suministradores ofrecen una variedad de terminaciones en piel y vinilos con la forma y dibujo original y otras en los mismos materiales con lo que ellos llaman “un aspecto alternativo”. Incluso con la palabra “Triumph” bordada en el respaldo.
Sabemos que cuando empezamos una restauración a fondo tenemos que relativizar el tiempo, pero un mínimo de dos meses suponía que podía estar el coche terminado y en el fondo del taller esos dos meses o lo que tardasen los británicos en suministrar la pieza. Tengo que reconocer que no nos apetecía aguardar la espera, así que empecé a ver las posibles alternativas y hay veces que la casualidad, el destino o la diosa Fortuna se cruza en nuestro camino.
Nada como salir de compras un sábado por la tarde con la familia para que te puedan pasar cosas inesperadas. Ese año se habían puesto de moda pantalones y chalecos de inspiración escocesa, principalmente en tartán rojo con cuadros negros. Mi mujer y yo miramos los pantalones y vimos a una chica probándoselos: ¡sí, era la tapicería del coche! Solamente era cuestión de buscar la posibilidad de que tuviesen ese modelo en una tienda de telas al corte.
El lunes por la mañana llamé a Manolo para comprobar si mi idea era totalmente descabellada. Me dio la medida que necesitaba comprar y me aconsejó pedir para ponerla doble y dar más resistencia al asiento. Por la tarde nos llegamos a unos almacenes de telas hasta que apareció tartán rojo, con cuadros negros del mismo tamaño y con el mismo dibujo que ofrecían los distribuidores británicos. El resto del trabajo dependía de sus manos y de su máquina de coser. De nuevo contar con un artesano con los conocimientos necesarios había eliminado costes y ahorrado tiempos de espera.
Arreglado el techo, enmoquetado y restaurados los asientos y las cartoneras nos quedaba lo que más problemas podía dar para el buen funcionamiento del TR7: montar el salpicadero. Había que ir comprobando lo que estaba hecho y terminando, lo que quedaba por hacer, a la vez que nos asegurábamos que todo funcionaba correctamente.
La calidad de los materiales del salpicadero fue saliendo a medida que se iba montando y limpiando la importante capa de polvo que lo cubría. Los plásticos no estaban partidos, ni doblados ni se apreciaba un deterioro por agentes atmosféricos o por maltrato o negligencia. Todo encajaba milimétricamente en su lugar.
El volante era probablemente la pieza con la que el tiempo se había cebado más. El estándar del TR7 es del mismo material y está diseñado a juego con el conjunto. La pieza seguía manteniéndose firme, sin notársele deterioros al tacto en el aro ni en los brazos. Así que al eterno dilema en el mundo de la restauración de si hay que respetar la pátina del objeto, o restaurarlo para que no se note que es viejo o, simplemente, cambiarlo por uno nuevo, mi respuesta fue limpiar, acondicionar, pero mantener el aspecto. Esas pequeñas cicatrices acumulan su trayectoria vital y cuentan tanto la historia íntima del objeto como las de las manos que lo han tomado desde que lo pusieron donde está, allá por el año 1979. Particularmente creo que el volante es esa pieza que te puede dar el éxito o te puede arruinar una actuación en el interior del coche. Ahora bien, cada uno tiene sus propios gustos. Para el mío, el volante tiene que armonizar con el resto del interior y con el espíritu del coche. Igual que no nos imaginamos un volante deportivo con brazos metálicos en un Rolls Royce, no nos imaginamos un elegante volante en piel en un coche preparado para correr el Dakar.
Faltaba un pequeño detalle más. Había que convertirlo en un coche para el siglo XXI y dar la posibilidad de entrar a las nuevas tecnologías a la vez que manteníamos el equilibrio de lo clásico. Le retiramos la antigua y estropeada radio con ecualizadores analógicos extraíble de la época y pusimos una digital con entrada USB. El aspecto siempre rompedor de la estética del coche nos aconsejaba no buscar una radio con aspecto clásica o analógica. Nos servía una moderna con aspecto no demasiado chillón y con el puerto de entrada disimulado. Eso sí, busqué una antena de aleta plateada y recogible que luce en el panel posterior izquierdo.

